Repentinamente, como la nube de cenizas volcánicas, una desafortunada secuencia de acontecimientos ensombrece el desempeño de quienes cotidianamente participamos de la responsabilidad de trabajar y conducir nuestra biblioteca.

Las causas, como siempre, son diversas y concluyentes. Y las conclusiones de cualquier análisis de la situación, dependerán, en gran parte, del punto de vista de cada persona, de la cantidad y calidad de la información con la que cada uno pueda contar, a la hora de evaluar y porque no, de los intereses y preconceptos personales, que siempre subjetivan las opiniones de las personas.

Así como sucede con las nubes volcánicas, los problemas nos sorprenden cuando se interponen en nuestro camino y se hacen evidentes. Mientras tanto, rara vez nos acordamos de los volcanes que las producen, aunque estos, en realidad existen desde siempre.

Ningún geólogo se sorprendería si un volcán activo, repentinamente, entrara en erupción, sin embargo, nosotros, el común de los mortales, no dejamos de sorprendernos cada vez que esto pasa, e inmediatamente empezamos a buscar las causas y responsables de algo que en realidad siempre estuvo allí, nunca nos preocupó y seguramente, en un mañana próximo, tampoco nos preocupará.

Recurro entonces a esta analogía, precaria si se quiere, para explicar, a nuestros socios, amigos y vecinos, que la situación general de nuestra biblioteca no es muy diferente de lo que era hace un año, es decir que cada día, se trabaja para mejorar y generar más y mejores servicios, que apunten a la concreción de nuestro objeto social. Y esto lo venimos haciendo las sucesivas comisiones directivas y empleados que han pasado por la institución durante sus 83 años de existencia ininterrumpida.

Los problemas estructurales de nuestra biblioteca, como por ejemplo, la carencia de una casa propia, el peso de las cargas sociales que impone la AFIP a las organizaciones sin fines de lucro y que no distingue, en la fría letra de sus resoluciones, entre un trabajador de una sociedad comercial, que produce ganancias para sus patrones y el trabajador de una organización de bien público, administrada por un grupo de vecinos en forma honoraria; existieron, existen y seguramente seguirán existiendo.

En definitiva, cuando uno vive en una isla volcánica, debe saber que cada tanto, se producirán erupciones, y si esto lo asusta o no le gusta, tendrá que mudarse.

A lo largo de dos años (y me refiero sólo a ese período, por haberlo vivido personalmente) se fueron logrando muchísimas cosas, que sumadas a las preexistentes, hoy nos permiten contar con una institución funcional y totalmente adaptada a los tiempos que vivimos, que presta todos los servicios que puede prestar una biblioteca actual, que ha merecido la máxima categorización que establece el órgano regulador y protector de bibliotecas populares a nivel nacional. Y que pudo mantener, pese a todo “vaticinio” su autonomía y preservar las fuentes de trabajo del personal que históricamente integra la institución.

Claro está, que si analizamos detenidamente los números, veremos que las deudas previsionales se mantienen, subiendo y bajando alternativamente, pero sin llegar nunca a cancelarse definitivamente y esto ocurre, sencillamente, porque cuando se logra pagar la deuda vieja, ya empezó a acumularse la nueva. Un círculo vicioso que es común a todas las instituciones de nuestro tipo y del que sólo se puede salir, prescindiendo de los trabajadores en relación de dependencia y sustituyendo los mismos por trabajadores voluntarios que deberían contar con la calificación profesional que exigen los órganos oficiales, provinciales y nacionales que subsidian nuestra actividad.

Así pues, es que la venimos peleando desde hace mucho tiempo entre todos, preservando y atendiendo las prioridades y circunstancias personales de cada integrante, sea rentado o sea voluntario. Y en este contexto, donde se transita siempre por el filo de las necesidades, en precario equilibrio, no existe margen para las indisciplinas, ni caprichos y mucho menos para el egoísmo, las posturas unilaterales o la falta de compañerismo y solidaridad.

Evaluar la situación de una institución sin fines de lucro, únicamente desde la óptica financiera es un absurdo, porque para empezar, ganar dinero no es el objeto de la institución y por más que les pese a quienes mantienen una estructura de pensamiento “noventista” la biblioteca no es una empresa comercial.

Así y todo, la situación económica de la biblioteca, analizada puntualmente, tampoco es mucho peor que hace uno o dos años, la diferencia es, que este año, el principal subsidio que remite la CONABIP en el primer trimestre del año, fue postergado para fines del segundo, que el subsidio que mensualmente envía la municipalidad (y que en marzo incluye el retroactivo de enero y febrero) empezó a percibirse, (sin el retroactivo histórico), recién en abril, a lo que se le sumó, una ostensible demora, en la emisión y salida a la venta de nuestro tradicional bono contribución.

Para paliar la difícil situación generada por estas carencias de ingresos, desde el verano, hasta el día de hoy, cuatro miembros de la comisión directiva hicimos diferentes aportes en efectivo, a los que sumamos el esfuerzo y responsabilidad de nuestra vendedora de bonos y auxiliar administrativa María Elena, de nuestra cobradora Liliana y de nuestra bibliotecaria Mary, que voluntariamente optó por jubilarse 5 años antes del plazo obligatorio, al sólo efecto de ahorrarle a la institución, el peso de sus cargas sociales .

Un equipo se compone de todas sus partes y la solidaridad bien entendida debe ser siempre reciproca. Más allá de los roles que circunstancialmente nos toca desempeñar, todos somos compañeros de trabajo, de proyectos y de ilusiones. En la BPCD no hay “tiras” ni “patrones”, existen si, los roles y las responsabilidades, existen compañeros que reciben sueldo y otros que reciben el reconocimiento honorario, pero lo que todos deben recibir siempre y de todos, es respeto. En esto último, ésta comisión que circunstancialmente me toca presidir, jamás hará concesiones, porque sabemos que siempre hemos actuado y trabajado como para merecerlo.

En estos días, donde algunos tristes acontecimientos han perturbado la armonía y el orden interno de la institución, algunos miembros del equipo hicieron declaraciones públicas inculpando a la sociedad, a los “políticos”, gobernantes, etc., por la situación, a mi entender, poco novedosa, de la biblioteca, seguramente preocupados por algunos datos numéricos, producto justamente, de las situaciones anteriormente mencionadas.

Datos a los que tienen acceso irrestricto, todos los miembros de nuestro equipo de trabajo, justamente porque confiamos en la buena voluntad y criterio de todos los compañeros… pero algunos se asustaron, fallaron, vieron el árbol, y perdieron de vista el bosque, exigiendo infundadas responsabilidades y desconociendo y desvalorizando a amplios sectores de la comunidad, que históricamente acompañan con su esfuerzo a nuestra institución

En lo personal, quiero agradecer al municipio no sólo por los subsidios que mensualmente nos entrega, sino por toda la obra de remodelación de los espacios comunes del Centro Cívico, que nos benefician directamente, como el nuevo sistema eléctrico, la iluminación de los pasillos, nuevos baños y cocina, rampas de acceso y baños para personas con capacidades diferentes. Y muy, pero muy especialmente por la obra de desagües pluviales, que ha permitido terminar de una vez y para siempre, con las históricas inundaciones de nuestra sede social.

Esta última obra, ha sido fundamental para nuestra institución, como también lo es, el servicio de limpieza que cotidianamente se realiza en los pasillos y baños comunes y que no le cuesta ni un centavo a nuestra biblioteca.

Un párrafo aparte merece la comunidad en su conjunto, que cada año nos apoya adquiriendo nuestros bonos, abonando la cuota social, donando libros, equipos y materiales y participando de nuestras ferias y eventos sociales. Decir que la situación de la biblioteca es grave y “culpa” de la comunidad, es además de una enormidad, una falta de consideración que sólo se puede entender, si se vierte desde el supino desconocimiento o desde una personalidad profundamente enajenada.

Aprendamos de una buena vez a ver y reconocer las cosas positivas y no sólo las negativas, porque no existe otra manera de construir una realidad un poco más equitativa, que no sea empezando por ser justos nosotros mismos.

Guillermo Meana
Presidente / BPCD