Abundan las anécdotas en la vida del general San Martín. Era un modelo de orden y disciplina, de una perseverancia admirable y de una rectitud moral sin tacha. Vestía sencillamente. Madrugaba para trabajar toda la mañana en su despacho, cansando secretarios. Almorzaba, generalmente de pie y en la misma cocina. Su bebida era el café, preparado por él mismo. La tarde se le iba en inspeccionar establecimientos, cuarteles, armerías, maestranzas, de noche, un rato de conversación con los amigos, una partida de ajedrez, y a las diez se despedía, no para descansar, pues siempre quedaba cosa que hacer para un general en jefe, si no lo desvelaban las dolencias que le aquejaban con frecuencia.

En todo entendía y no ocurría nada sin que estuviera en su conocimiento; desde las cosas grandes a las, aparentemente, más insignificantes. Hay una larga serie de pequeños hechos que lo prueban; éste, por ejemplo:

Uno de los oficiales de su Ejército, el teniente Melían, tenía la costumbre de no hacer uso de los estribos cuando montaba a caballo. El hombre de campo argentino, que generalmente ensilla su cabalgadura con un recado ancho y cómodo, sube a él de un brinco o, si utiliza el estribo para acaballarse, después de hacerlo los cruza sobre la parte delantera del recado para que no vayan golpeándole las piernas. Así lo hacía el teniente Melián, contrariando el reglamento del cuerpo del que formaba parte.

Formaron un día los escuadrones en presencia del general, quien advirtió que el teniente montaba sin estribar:

-¡Cómo es eso, teniente! –exclamó-. ¿Así se cumplen reglamenteos de su arma?... Cuando regrese, quedará usted arrestado quince días en su domicilio.

Pocas horas después tuvo lugar un combate en el que actuó lúcidamente el teniente Melián. Pero no por eso fue eximido del cumplimiento de la pena. Permaneció los quince días arrestado.

El último día llegó San Martín hasta su habitación. Al entrar, le dijo:
-Vengo personalmente, señor oficial, a levantar a usted el arresto en obsequio de su bravura, y como recuerdo de ella ofrezco a usted estos estribos de plata que he usado en ocasiones solemnes.

-¡Mi general!

-Sírvase de ellos, teniente, y verá que nada es mejor que afirmarse bien en los estribos…

Fue una lección bien dada, pues Melián no la olvidó.


BERNARDO GONZÁLEZ ARRILI

(De “El Libertador de América, José de San Martín.”)

BERNARDO GONZÁLEZ ARRILI. Escritor argentino contemporáneo.